Retales de Historia

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martes, 1 de abril de 2014

El café


El café es una bebida que se obtiene de unas semillas que también se llaman café y que se obtienen de una planta que…, bueno, eso.

Plantación de café.

Planta del café.

Parece que se “descubrió” en las mesetas de Etiopía, allá por el siglo VI cuando un pastor se percató que sus cabras se habían comido unas bolitas rojas que había en unos matorrales. Como si no tuvieran fama de nerviosas, lo que comieron las alteró aún más, y el pastor, muerto de curiosidad, también comió de esas bolitas, sintiéndose especialmente despierto. Esas bolitas llegaron a manos de unos monjes que hicieron una infusión que resultó asquerosa y decidieron tirarlo todo al fuego, lo que hizo que se extendiera un olor tan agradable que se repitió el experimento, esta vez con las bolitas tostadas: se había inventado el placer de beber café y algo para mojar el cruasán.

Las bolitas rojas (marrón oscuro después de tostarse) viajaron de Etiopía a la India con los peregrinos que viajaban a La Meca, aunque quienes le dieron el gran impulso para su consumo fueron los holandeses, que lo llevaron desde Ceilán y el Sureste asiático hasta Francia, Inglaterra y Sudamérica.

Escultura sobre la puerta de entrada de un local en Leipzig. Se aprecia una figura infantil ofreciéndole una taza de café a un turco.

Josef Koltschitzy.

Aunque unos dicen que el café llegó a Europa en 1645 a través de comerciantes venecianos, y a Inglaterra en 1650 (por si alguien lo estaba pensando, el té llegó siete años más tarde), la versión más extendida de cómo llegó el café al Viejo Continente se remonta a septiembre de 1683, durante el asedio de Viena, cuando Josef Koltschitzy, comerciante de la ciudad, encontró un saco de semillas que los turcos que hostigaban la ciudad abandonaron en su huida. Poco después, el señor Koltschitzy abrió un local destinado al consumo de la bebida, iniciando así la tradición vienesa de consumir el aromático líquido en los que luego llegarían a ser sus célebres cafés, declarados patrimonio de la Humanidad.

Café Central, en Viena.

Café Landtmann, también en Viena. Freud paraba aquí todos los días a tomarse un café.

Está claro que el café de beber no se detuvo ahí sino que siguió abriendo otros locales en su recorrido por las principales capitales europeas.

Clemente VIII.

Como no falta quien quiera llevar la contraria, no tardaron en oírse voces dentro de la Iglesia (tanto la católica como la protestante) en contra de esta bebida; como bebida diferente, le hacía la competencia al vino, la bebida de Cristo. Dicen que Clemente VIII, fascinado por su sabor, le dio su bendición, contribuyendo con ello a su difusión en la Cristiandad. A decir verdad, cada vez que por un motivo o por otro trataba de prohibirse su consumo –generalmente por problemas políticos, con la excusa de la alteración del orden público y similares–­, el asunto no terminaba bien y siempre terminaba por revocarse el veto.

Café bombón.

Café cappuccino.

Café mocca.

Hasta finales del siglo XVIII, la manera más popular de hacer café consistía en mezclar las semillas con agua hirviendo, pero la bebida que mantenía la mente despierta hizo pensar en múltiples formas y artefactos que llevaron a una mejora progresiva de elaboración de esta deliciosa bebida. Se dice que existen más de 50 formas de hacer café, aunque entre las más populares tenemos el café americano (espresso rebajado con agua), el café bombón (café con leche condensada), el capuccino (espresso con espuma de leche y cacao), el cortado o macchiato (con una nube de leche), el espresso (hecho con una cafetera que produce mucha crema), latte (espresso con un chorro de leche caliente y espumado), mocca (chocolate con café), soluble… (sí, soluble).

Charles Chaplin.

Los Beatles.

Ché Guevara.

Francis Bacon, Voltaire, Talleyrand, Mozart, Beethoven, Balzac, José Martí, Andy Warhol, Los Beatles, Chaplin, el Ché Guevara y hasta Madonna son o fueron grandes consumidores de café (sí, George Clooney también). Hasta Bach le dedicó una pieza, la Cantata del café, y Van Gogh lo “retrató”.

Mujer en el café du tambourin (Van Gogh, 1887).

Ya va siendo hora que me vaya a dormir, sino mañana voy a necesitar muchos cafés para levantarme. A ver si hay suerte, y si llueve que en vez de agua llueva café.