Hoy quiero hablar de la Tregua de Navidad de 1914, algo de lo que no se ha aprendido nada. Lo cierto es que, para el tiempo que ha pasado desde entonces, 97 años, no se conoce demasiado bien. Y es que en su momento, cuando ocurrió aquello, los jefazos de los ejércitos combatientes hicieron lo posible porque no se conociera el suceso, para que no cundiera el “mal ejemplo”: se hizo por confiscar el material fotográfico y la correspondencia que los soldados enviaban a sus familias. Quería dejarse a la población en la ignorancia más absoluta para evitar que pensasen que las cosas no iban bien en sus respectivos ejércitos ¿dónde se ha visto que se confraternice con el enemigo? Pero algo se filtró, algo llegó a las familias y a la prensa, y aquello se conoció lo suficiente para saber que algo extraordinario había ocurrido. Se sabe que fue un alto el fuego que ocurrió entre tropas alemanas y tropas aliadas (ingleses, franceses y escoceses) en diferentes puntos del frente occidental entre los días 24 y 25 de diciembre de 1914, en el primer año de la Primera Guerra Mundial. Y ocurrió de forma espontánea, pero con el ansia de escapar por unos momentos de aquel infierno.
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Portada del Daily Mirror informando de la Tregua. Un grupo histórico: soldados británicos y alemanes fotografiados juntos. |
Con el fin de animar a sus tropas en fechas tan especiales, el Kaiser Guillermo II había dado orden de enviar a sus tropas extras de pan, salchichas, alcohol y árboles de Navidad: un montón de árboles decorados que los alemanes pusieron en lo alto de sus trincheras cuando llegó la noche del 24; podía verse un árbol cada pocos metros. Lo del árbol era también una indirecta del Kaiser dirigida a los Aliados para recordarles el origen germano del árbol de Navidad. En cualquier caso, el desconcierto de las tropas aliadas en ese momento seguro que fue indescriptible.
Los británicos se pusieron a cantar dentro de sus trincheras, los franceses en las suyas. En las líneas alemanas se oyó Stille Nacht (Noche de Paz), y en las de todos Adeste Fideles, en latín. Los soldados perdieron el miedo a salir a tierra de nadie, donde después de unos cuantos apretones de manos se intercambiaron cigarrillos, vino, salchichas, latas de carne, chocolate, whisky…, los tesoros que cualquier soldado podía llevar en su mochila. Entre los oficiales presentes se acordó un alto el fuego, aunque fuera sólo para el 24 y el 25.
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Combatientes de ambos bandos en torno a un árbol de Navidad. Fotografía tomada de la web buscada con Google |
La Tregua también se aprovechó para enterrar a los difuntos de ambos bandos que habían caído en tierra de nadie o detrás de las líneas enemigas. Se oficiaron misas a las que acudieron soldados de ambos bandos. Incluso en algunos sitios se jugaron partidos de fútbol, de ajedrez o a las cartas.
Desgraciadamente, el único acto de sentido común del conflicto no duró demasiado: en casi todos los lugares donde ocurrió, apenas si fueron dos días; en cuanto los altos mandos se enteraron de lo que estaba ocurriendo dieron orden de que se volviera al “orden” habitual. Pero semejante acontecimiento perduró en la memoria de aquellos que la vivieron, y dejaron testimonio a las generaciones posteriores que, cuando se quiere, la guerra se puede evitar.
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Ingleses y alemanes jugando un partido de fútbol. Fotografía tomada de la web buscada con Google |