Retales de Historia

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domingo, 26 de mayo de 2019

Kathleen Cavendish, la hija olvidada de los Kennedy

Hubo un tiempo en que ser un Kennedy era muy difícil, pero más difícil si se trataba de una mujer. Rose tuvo que aguantar infidelidades infinitas, Rosemary una cruel lobotomía, y Kathleen acusó la falta de apoyo por parte de sus padres cuando quiso seguir los dictados de su corazón. Kathleen nació Kennedy pero, a pesar de ello, siguió su propio camino, y la vida no se lo perdonó.

Kathleen Agnes Kennedy, “Kick”, nació en Brookline, Massachusetts, el 20 de febrero de 1920, y estudió en una escuela de la localidad de Riverdale. Los Kennedy tenían una importante posición económica y social, así que a nadie sorprendió que, en 1938, el presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, nombrase a Joseph Kennedy, el cabeza de familia y padre de Kathleen, embajador en el Reino Unido, a pesar de que Joseph es católico de origen irlandés. Esa circunstancia le da ocasión a Kathleen de vivir experiencias que no se hubiera imaginado nunca.

Kick con sus hermanos Joe Jr. y John en Londres, 1939. Autor: D.R.-Vanity Fair

Los ingleses recibieron a los Kennedy como si fueran estrellas de cine. Especialmente popular fue Kick, que brilló en su baile de debutante. No descuidó su formación académica, y el tiempo que estuvo en Londres fue alumna del Queen’s College, de pensamiento anglicano.

A decir verdad, Kathleen cayó bien a todo el mundo, y en cualquier sitio era bien recibida. No era hermosa, pero tenía un encanto especial. Era invitada habitual en las importantes fiestas de la nobleza británica. En este ambiente se pudieron apreciar pequeños detalles del carácter de la joven, como el hecho de descalzarse cuando los zapatos empezaban a molestarle y, al mismo tiempo, tenía desenvoltura para tomar parte de cualquier charla: es lo que da tener la seguridad de un Kennedy. Y Kathleen empezó a tener sus pretendientes, el conde de Rosslyn entre ellos, pero no abrió su corazón hasta que conoció a William Hartington.

Kathleen Kennedy. Autor: Horace Abrahams-Keystone-Hulton

El 18 de julio de 1938, Kathleen y su hermana Rosemary son invitadas a una recepción en el Palacio de Buckingham, donde son presentadas a los reyes, Jorge VI y Elizabeth. Es en los jardines del palacio donde conoce a William, marqués de Hartington y heredero de los duques de Devonshire, dueños de uno de los patrimonios más importantes del Reino Unido, hasta el punto que, según las crónicas, se le consideró como pareja para la entonces princesa Isabel. En ese momento, Kathleen tenía 18 años y William 19. No tardó Kathleen en ser agasajada por los mismos duques, asistiendo a carreras de caballos o a elegantes residencias de los Devonshire, como la de Eastbourne. Kathleen y William se habían enamorado y no tardaron en tener planes de boda.

La invasión de Polonia en septiembre de 1939 marcó un punto de inflexión. Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, el patriarca de los Kennedy dispuso que su familia regresara a los Estados Unidos, mientras el permanecía en Londres. En 1940, Kathleen comenzó a trabajar en el Washington Times-Herald como columnista, curiosamente con Inga Arvad, futura amante de su hermano John, y sospechosa de espionaje a favor del III Reich. Pero Kathleen no se olvidaba de su amor inglés, y en 1943 se las apañó para regresar a Inglaterra y trabajar como voluntaria para la Cruz Roja. Su padre, Joseph, trató de impedirlo, pero la mayoría de edad de su hija lo imposibilitó. No hay que olvidar que Kathleen se fue a un país que estuvo en guerra hasta 1945. William y Kathleen no tardaron en reencontrarse en el Hotel Mayfair de Londres, y volvieron a hablar de boda.

Los marqueses de Hartington el día de su boda. Autor: D.R.-Vanity Fair

No tardaron en aparecer los problemas. La familia de William anglicana y con una representación muy importante dentro de su Iglesia. La familia de Kathleen era muy católica y, aunque el patriarca de los Kennedy parecía dispuesto a tragar, por aquello de escalar socialmente, Rose encontraba inconcebible aquella pecaminosa unión. Toda esta situación que vivía Kathleen, su posible conversión por su relación, sirvió de inspiración a Evelyn Waugh para perfilar a Julia Flyre de Retorno a Brideshead.

Los Kennedy, y muy especialmente la matriarca, se tuvieron que tragar su opinión cuando Kathleen y William se casaron el 6 de mayo de 1944 en una ceremonia civil, en Chelsea (Londres). Fue una forma de quedar en tablas en una ceremonia gris si la comparamos con lo que pudo ser una boda a la altura de los nuevos marqueses de Hartington: faltaron todos los Kennedy, a excepción de Joseph Jr. Por parte del novio fueron los duques de Devonshire, que no estaban muy de acuerdo con aquello pero al final optaron por estar con su hijo en un día tan especial. Lo que debía ser una feliz unión se había complicado hasta el extremo de llegar las discusiones sobre la misma hasta el Vaticano, que aceptaba una ceremonia civil, se permitía a Kathleen ir a misa, se le negaba la comunión y se educaría a sus hijos en la fe anglicana, lo que deshizo definitivamente la relación con su madre.

Poco iba a durar la felicidad para Kathleen. Sólo tres meses después de casarse, llega la noticia de que el avión con el que su hermano Joseph Kennedy Jr. sobrevolaba el Canal de la Mancha, había explotado el 12 de agosto de 1944. Era su hermano favorito, su confidente, el único que asistió a su boda. Kathleen pasó el duelo sola; no había pasado un mes de la boda con William, cuando éste tiene que marchar a Francia. No olvidemos que en ese momento tiene lugar la Segunda Guerra Mundial, y los soldados salen de todos los estamentos sociales. Así que no sorprende una nueva tragedia en la vida de Kathleen. Durante la lucha por recuperar para los Aliados una ciudad, Heppen (Bélgica), que estaba en manos de los nazis, William Hartington muere alcanzado por la bala perdida. Eso ocurrió el 9 de septiembre de 1944. Rose ya no tuvo nietos herejes de su hija Kathleen. Además, al no haber tenido descendencia, la viuda no heredaba nada, pero los Devonshire la arroparon y le dejaron tener libre acceso a las propiedades. Lord Andrew Cavendish, casado con Deborah Mitford, heredó el Ducado de Devonshire.

Peter Fitzwilliam y Kick Kennedy. Autor desconocido

La vida sigue, y en 1948 Kathleen conoce a Peter Wentworth-Fitzwilliam, conde Fitzwilliam. Peter estaba casado con la heredera de la Guinness, Olive Plunkett, cuya afición a la bebida había hecho trizas su matrimonio. La situación financiera y social de Lord Fitzwilliam facilitaría el divorcio y podría casarse con Kathleen. También era anglicano, como Hartington, pero a estas alturas, a Kathleen le daba lo mismo lo que pensara su familia. Pero, como ya no estaba Joseph Jr., esta vez fue John el que se convirtió en confidente de Kathleen, el que sería depositario de sus esperanzas y sus sueños. A él le confió que había recuperado la ilusión. Recordemos que la familia de Fitzwilliam también estaba muy bien situada (aunque quizás no tanto como la de Hartington), y que Peter tenía mucho éxito con las mujeres (quizás por dinero, pero lo tenía).

En cuanto a Joseph Kennedy, al principio contrario a la nueva relación, terminó apoyándola. Quizás guiado por la pena de haber perdido ya a Joseph Jr., o quizás pensando en ascender dentro del establisment británico, Joseph Sr. terminó apoyando la relación. Rose Kennedy se aferró, una vez más, a su fanatismo religioso, y escribió a Kathleen diciendo que si seguía adelante con la relación, que sería una hija muerta para siempre.

Se dio que Joseph tuvo que viajar a Francia para trabajar sobre unos planes de cooperación económica con Europa. Se comunica telefónicamente con su hija y acuerdan encontrarse en Cannes antes de que Joseph regrese a los Estados Unidos. Peter y Kathleen, que estaban en Londres, decidieron alquilar una avioneta para ir al encuentro de Joseph Kennedy. El patriarca había sido muy duro con su hija en la relativo a su anterior pareja, y quería apoyara en esta unión. Rose no cambió su forma de ver las cosas.

A las 15.30 del 13 de mayo, la pareja se embarca rumbo a Francia pero, una vez más, el destino se torcerá y las cosas no llegarán a buen puerto. Hace mal tiempo, y muchos vuelos se han cancelado por seguridad, el Canal es muy traicionero cuando el tiempo no acompaña. Ni siquiera el recuerdo de cómo murió Joseph Jr. les frena, y convencen al piloto –Peter Townsend– y emprenden un viaje sin retorno. Los ocupantes de la nave no tardaron en encontrarse con una borrasca. Cuando estaban a casi 3.000 metros de altura y sobrevolaban el Macizo Central, el avión se estrelló a las 5.30 de la tarde en el Mont Lozère, cerca de Saint-Buzile. Y la historia de Kick y Peter se terminó. El primero en llegar al lugar de la tragedia fue un granjero local pero todos sus ocupantes ya estaban muertos. A la mañana siguiente llegaron los primeros equipos de rescate. Cuando examinaron los restos del aparato (un De Havilland DH.104 Dove), vieron que Kathleen estaba descalza, tal y como le gustaba estar en las reuniones sociales de las que tanto disfrutaba.

La avioneta se estrelló en las montañas Cevenas, en Ardéche (Francia). Autor: D.R.-Vanity Fair

Los servicios fúnebres en honor de Kathleen tuvieron lugar el 20 de mayo, y por cortesía de la familia de su difunto marido, los Devonshire, tuvieron lugar en un cementerio de su propiedad. Acudió lo más granado de la alta sociedad británica: el hijo del Primer Ministro Británico, Randolph Churchill; la escritora Evelyn Waugh; Nancy Witcher Langhorse, Lady Astor, esposa del Vizconde Astor, segunda mujer en conseguir un escaño, pero primera en ocuparlo; y Anthony Eden, Secretario de Estado de Asuntos Exteriores entre 1940 y 1945, entre unas 400 personas.

Winston Churchill y Kathleen Kennedy. Autor: Thomas Maier Books

Ya sea por evitar el escándalo que tanto persiguió a los Kennedy (John había sido elegido para el Congreso en 1947), ya sea por la sombra del pecado de Kathleen, el único representante de los Kennedy fue Joseph Sr. El periodista Alastair Forbes contaría muchos años después: “Aún recuerdo al único Kennedy presente en la ceremonia, en soledad total detrás de los restos de su difunta hija”. La tragedia no había conseguido ablandar el corazón de la matriarca, que no acompañó a su marido y ya había condenado a su hija en vida, no así sus amigos y toda la gente que fue a las honras fúnebres. Deborah Mitford (de las famosas hermanas Mitford) escribió el epitafio de Kathleen: “Alegría nos dio y alegría ha encontrado”.

Tumba de Kick. Autor desconocido

En 1963, John F. Kennedy fue a Irlanda en una visita de Estado. Buscó un momento para ir al cementerio de los Devonshire y estar en silencio unos minutos ante la sepultura de Kathleen. Cinco meses más tarde sería asesinado en Dallas. ¿Recogió el testigo de la maldición de los Kennedy?

Kathleen Kennedy Cavendish. Autor desconocido

Fuentes
Paula Byrne. “Kick: The true story of Kick Kennedy, JFK’s forgotten sister and the heir to Chatsworth”. Harper Collins Publishers. 2016.

Robert Dallek. “J.F.Kennedy: una vida inacabada”. Península. 2018.

“Kick Kennedy: The charmed life and tragic death of the favorite Kennedy daughter”. Thomas Dunne Books.

Lauren Leamer. “The Kennedy women: The saga of an american family”. New York. Villard Books. 1994.