Retales de Historia

Retales de Historia

domingo, 4 de diciembre de 2011

Mercurio y Argos

De todos es sabido que Zeus (Júpiter para los romanos) era el padre de los dioses del Olimpo. Y muy faldero. A pesar de que Hera (su señora) tenía muy mala leche con el tema de las amantes, Zeus no se cortaba un pelo a la hora de ir con todas las mozas que le daba la gana (y muchas de ellas le ayudaron a Hera a saciar las ganas de paternidad de su marido.) Una de ellas fue Io, una joven que pasaba su tiempo libre recogiendo florecillas en el campo.

Tan pronto como Zeus se fijó en Io empezaron a frecuentar la mutua compañía, supuestamente a espaldas de Hera (aunque en realidad las aventuras de Zeus eran un secreto a voces). Pero Hera se enteró, y montó en cólera (como era habitual cada vez que se enteraba de un lío de su marido), y a Zeus no se le ocurrió otra cosa que convertir a su amante en una hermosa vaca, e Io pasó de recoger flores a comérselas. Pensó Zeus que convirtiendo en vaca a su amante pasaría desapercibida para Hera, pero esta no cayó en el engaño, y para desahogarse soltó un tábano para que hiciera la vida imposible a la vaca. Io/la vaca, en su desesperación por deshacerse del bicho, recorrió toda Europa, pasando por el Estrecho del Bósforo (en griego, “paso de la vaca”). Finalmente, extenuada, Io se detuvo y Hera aprovechó para atraparla.

El Estrecho del Bósforo en una imagen de satélite (es la parte de arriba del pasillo de agua). Fotografía tomada de la web buscada con Google


Para asegurarse que no tenía posibilidad de escapatoria, Hera encargó a su fiel sirviente Argos que vigilase a la prisionera. Argos era un ser que tenía cien ojos, cincuenta estaban despiertos mientras los otros cincuenta dormían: Io no tenía forma de huir. Pero Zeus quería rescatar a su amante y encargó a Mercurio (Hermes para los griegos) que rescatara a Io (Mercurio era hijo de Zeus y de otra señora que no era la suya).

Mercurio localizó a la prisionera y a Argos, y empezó a contarle un montón de historias (otros dicen que se puso a tocar la flauta) suponemos que muy aburridas, porque los cincuenta ojos despiertos se durmieron. Este es el momento que refleja Velázquez en su cuadro Mercurio y Argos, pintado hacia 1659, y que se encuentra en el Museo del Prado de Madrid (el lienzo fue salvado del fuego que sufrió el Alcázar de Madrid en 1734).

Mercurio y Argos. Fotografía tomada de la web buscada con Google


En un primer plano está Hermes, que lleva su bolsa, algo que parece un caduceo y su sombrero con alas; junto a él está Argos, con la cabeza caída sobre el pecho: nadie diría que son personajes mitológicos. En segundo plano, como si la cosa no fuera con ella, tenemos a Io.

Volviendo a cuando Argos se quedó sopa. Mercurio aprovechó el momento para matarlo y así liberar a la amante de su padre. Más tarde, Io y Zeus decidieron romper la relación porque veían el asunto un poco complicado, sobre todo porque Hera no dejaba de acosarles. Por su parte, Hera, cuando vió lo que le había pasado a su fiel Argos, decidió perpetuar su memoria poniendo los cien ojos del guardián en la cola del pavo real.

Moneda griega de dos euros, que hace alusión al mito de Io. Fotografía tomada de la web buscada con Google