Retales de Historia

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viernes, 9 de marzo de 2012

Carlota, emperatriz de México

La emperatriz Carlota.

Seguimos en México. María Carlota Amalia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Saxo-Coburgo y Orléans Borbon-Dos Sicilias y de Habsburgo-Lorena, Carlota de Bélgica, había nacido el 7 de junio de 1840 en el castillo de Laeken. Era la tercera hija del rey Leopoldo I, primer rey de los belgas (que no rey de Bélgica) y de la princesa Luisa María de Francia. Se llamó Carlota en honor de la primera esposa de su padre, Carlota de Gales. Esto fue así porque al nacer, el rey se sintió desilusionado con el sexo de la niña, a pesar de tener ya dos hijos varones, y Luisa María pensó que de esa forma el rey no la rechazaría, ya que este rey tuvo mucho cariño a su primera mujer. Carlota también era prima de la reina Victoria y nieta del rey de Francia Luis Felipe de Orleans, con cuya esposa, María Amalia de Borbón-Dos Sicilias, Carlota se escribió frecuentemente durante su estancia en México. Lo cierto es que Leopoldo también enviudaría de Luisa María cuando Carlota contaba con diez años, siendo confiada su educación a la condesa de Hulste. A partir de este momento, Carlota se vuelve más reservada y se refugia en la lectura.

Carlota de Bélgica niña, retratada por Winterhalter. 

Por su origen, Carlota no se casaría con cualquiera. El elegido fue Maximiliano de Habsburgo, hermano de Francisco José I de Austria-Hungría, el marido de Sissi. Tras largas negociaciones para determinar la dote, se casaron un 27 de julio de 1857. Después, Francisco José los envió a Milán, donde Maximiliano estuvo en calidad de gobernador del Reino de Lombardía-Venecia. Pasa el tiempo, y el emperador destituye a su propio hermano, pues tiene miedo de que le haga sombra por su inteligencia y su buena gestión.

María Amalia de Borbón-Dos Sicilias, retratada por  Winterhalter. 

Maximiliano y Carlota se retiran al castillo de Miramar, en Trieste, pasando una cómoda vida, hasta que en 1861 reciben la visita de José María Gutiérrez de Estrada. Maximiliano, aspiraba a más de lo que había hecho hasta ahora, siempre se sintió el comparsa de su hermano, el emperador de Austria, y quería demostrar que él también sabía dirigir un Imperio, pero en Europa no había sitio para todos. Y cuando Gutiérrez Estrada, miembro de la oposición a Benito Juárez le ofreció la corona de México, la aceptó. En su familia nadie veía muy claro que fuera un buen plan eso de irse a México, de hecho, María Amalia de Borbón-Dos Sicilias (la abuela con la que se escribiría Carlota) “veía la muerte” en el trono de México. Pero Carlota también pensaba que merecía más y apoyó a su marido en la aventura imperial. En 1864, Maximiliano es proclamado emperador de México: Carlota ya es emperatriz. La coronación tiene lugar en la capital mexicana el 10 de abril de 1864 y su residencia oficial será el Castillo de Chapultepec.

Castillo de Chapultepec.

Pero el proyecto mexicano resultó mucho más enrevesado de lo que el mismo Maximiliano pensaba. De hecho, Maximiliano estuvo a punto de rechazar el trono, pero Carlota le presionó para que no lo hiciera: ¿Sentido de la responsabilidad o ambición? También se vive en México una gran inestabilidad política porque los intereses de los emperadores (liberales) chocan continuamente con los intereses de las familias políticas conservadoras opuestas a Juárez, familias que les habían puesto en el trono.

Por otra parte, desde el momento en que les fue ofrecida la corona mexicana, Carlota y Maximiliano se pusieron a estudiar español y la historia de México: se habían tomado la molestia de conocer a su nuevo país. Y si la vida de emperatriz era del gusto de Carlota, también es cierto que se dedicó a obras de caridad, fundando la Casa de Maternidad e Infancia; se preocupó por los indios, mejorando su situación frente a las clases pudientes. Se esforzaron por hacer las cosas bien: pusieron el telégrafo, modernizaron ferrocarriles, hicieron ocupar los sitios aislados, se suprimieron los castigos corporales y se redujo la jornada laboral, pero no estuvieron acertados a la hora de rodearse con una corte que no era mexicana aunque, con el tiempo, contaron con más personal del país.

Comisión mexicana en Miramar.

A los problemas hay que añadir que la pareja imperial no tuvo hijos, lo que no facilitaba las cosas. Se cree que en uno de los viajes que Maximiliano hizo a Europa sin la compañía de Carlota, buscó a otras mujeres, y contrajo la sífilis (las infidelidades mutuas fueron abundantes). Posteriormente, contagiaría a su esposa, lo que imposibilitó que Carlota pudiera tener descendencia. Lo curioso es que, a pesar de este drama, estuvieron de acuerdo en muchas cosas; una de ellas fue la de nombrar sucesor a Agustín de Iturbide y Green, miembro de la familia del anterior emperador mexicano.

Agustin de Iturbide y Green.

Por si hubiera pocos problemas, la guerrilla también se dedicaba a incordiar. Aunque en los primeros enfrentamientos que tuvo el ejército imperial de Maximiliano con la guerrilla mexicana se pudo contar con la ayuda del ejército imperial francés, Napoleón III, decidió retirar sus soldados: a decir verdad, estaba asustado por la amenaza prusiana. Pero Maximiliano contaba con el apoyo del emperador francés, mejor dicho, esperaba su apoyo; a fin de cuentas, fue él quien le empujó a embarcarse en el proyecto.

Maximiliano esperó en vano: Napoleón III, su valedor en México, al igual que ya había hecho con otros, no tuvo ningún reparo en dejarle colgado, a pesar de que Carlota en persona acudió a pedirle ayuda. Napoleón le sugirió la posibilidad de que los emperadores regresaran de México, que nadie lo vería como una cobardía, pero Carlota insistió en que Napoleón cumpliera los acuerdos de Miramar, por los que el emperador francés estaba obligado a prestar ayuda al emperador mexicano. Aquí ocurrió algo realmente triste: Francisco José le hace saber a Maximiliano que si deja México le prohibirá entrar en cualquier dominio del Imperio Austro-Húngaro y la archiduquesa Sofía (su madre) le dice que un Habsburgo nunca incumple sus compromisos… Hasta su familia le dio la espalda.

Napoleón III.

Carlota había recorrido las cortes europeas para buscar apoyos para la causa imperial, para su marido, pero nadie le hizo caso. Ni siquiera el Papa, que de esa manera le hizo pagar a Maximiliano que estableciese la libertad de cultos en México: en aquella ocasión, cesó la comunicación con la Santa Sede. A partir de ese momento, la locura de Carlota es evidente, bebiendo sólo agua de las fuentes públicas y comiendo lo que se elaboraba delante de ella. Entonces, alguien envía a Maximiliano un telegrama en el que le informan del estado de su mujer. Quizá por la confusión del momento, entendió mal el sentido de una misiva ya de por sí poco clara (“la emperatriz Carlota ha sido atacada de una congestión cerebral, la princesa ha sido conducida a Miramar”) y pensó que Carlota había muerto. En realidad, ante el deterioro de Carlota, su hermano, el conde de Flandes, había ido a Roma para llevarse a su hermana al castillo de Miramar, en Trieste, lugar donde Maximiliano y Carlota habían pasado tantas horas felices.

Grabado antiguo del castillo de Miramar en Trieste.

Aquí no quiero dejar de contar una leyenda. En un desesperado intento de Carlota por dar herederos a Maximiliano, acudió a una pequeña tienda de la Ciudad de México con el fin de dar con un remedio natural que le ayudara a tener hijos. La fatalidad quiso que la dueña de la tienda fuera partidaria de Juárez: la mujer le dio a Carlota una seta venenosa que contribuyó a su locura.

Todos los esfuerzos de Carlota en Europa cayeron en saco roto: el 19 de junio de 1867, Maximiliano de Habsburgo es fusilado en Querétaro. Se dice que sus últimas palabras fueron “pobre Carlota”. Dos meses más tarde, el 6 de agosto de 1867, Carlota se marcha a Bélgica: el fusilamiento de Maximiliano terminó por hacerle perder del todo la cabeza. Carlota de Bégica, Carlota de México, tenía 26 años. Se recluye en el castillo de Bouchot, donde moriría sesenta años más tarde, el 19 de enero de 1927. Sobrevivió a su marido sesenta años, el sueño imperial apenas había durado tres.

Maximiliano y Carlota de México retratados con atributos de emperadores. Obra realizada por Franz Xaver Winterhalter.